Y aquí estoy, con la mano dolorida,
de jugar sin parar a un juego insano,
en el que apuesta el niño y llega a anciano
sabiendo que la mano está perdida.
Y aquí estoy, invitado a esta partida,
luchando carta a carta, mano a mano,
en este absurdo lance tan humano
en el que hay que envidarse de por vida.
Al partir yo sé que otros jugadores
ocuparán mi puesto en el tablero,
siempre en la primavera nacen flores.
Y nada importará todo mi esmero,
mis complejos, mis miedos, mis dolores,
serán polvo en el mundo venidero.